El marketing político puede que sea uno de los más antiguos que conoce la humanidad. En esta publicación queremos realizar una crítica objetiva sin entrar en ideologías políticas sobre como afecta el marketing político a la hora de realizar una toma de decisiones durante las jornadas electorales.
Azul y rojo hacen morado, marketing político
En primer lugar no queremos dar a entender con el título una mezcla de ideologías, programas o actuaciones políticas de los principales partidos políticos de nuestro país, sino simplemente resaltar la curiosidad de que realizando una mezcla de los colores identificativos de los dos partidos históricamente más grandes, da como resultado el color corporativo elegido por el grupo que se presenta como alternativa a lo ya conocido.
Al igual que ocurre con las sinfonías o melodías publicitarias, los colores producen un efecto sinestésico en los sentidos que hace que nuestro cerebro relaciones rápidamente un color con una idea, marca o movimiento político.
El marketing político trabaja duramente en este marketing relacional y son unos de los mayores impulsores del corporativismo. Es difícil ver que un partido político modifique sus colores o iconos corporativos, y cuando lo hacen tienen como objeto proyectar una imagen de necesidad de cambio para que esta imagen se proyecte directamente a los ciudadanos.
Generalmente el cambio suele ser progresivo, manteniendo gran parte de la idea original o anterior y realizando una modificación de matices. Con esto se transmite una reafirmación de sus valores o ideas tradicionales pero ejemplificando con su imagen una evolución en el tiempo.
Los famosos dentro del marketing político
Es bastante habitual ver personajes famosos o populares apoyando a partidos políticos en plena campaña electoral. Clara muestra de esta representación de caras conocidas es el siguiente vídeo realizado para la campaña electoral del PSEO en 1996.
El objetivo de todas estas estrategias de marketing político es la de captar votos como es evidente, pero mucha gente ya tiene decidido su voto de antemano, por lo que ¿son realmente efectivas todas estas campañas?
Otro de los ejemplos claros es la realización de obras públicas, apertura de plazas para oposiciones, aprobación de leyes beneficiosas para los ciudadanos o la celebración de eventos en fechas previas a las elecciones. Todas estas acciones tienen como objetivo refrescar la memoria del votante para recordar lo que su partido ha realizado durante cuatro años de legislatura, o lo que no ha realizado y ha dejado para última hora cuando se acercan las elecciones. Esto nos lleva a una reflexión.
¿Si las elecciones se celebrasen anualmente habría un mayor interés por satisfacer las necesidades de los ciudadanos?
Está claro que muchos políticos indicarán que no es posible llevar sus propuestas electorales a cabo en el plazo de un año, pero lo cierto es que también podrían tratar de adaptarlas y lo que se conoce como una herramienta de marketing y comunicación se convierta en un beneficio real y constante para el territorio que gestionan.
Así pues, si tenemos una amplia parte de la población que ya tiene su intención de voto bien definida, quedamos en que todas estas acciones promocionales y de campaña electoral tienen como objetivo captar a aquellas personas indecisas, las cuales hacen caso omiso a prensa, familia, amigos y resto de entorno que intenta influenciarles a la hora de votar (y no lo consiguen). ¿Es necesario un gasto tan grande promoción política para un porcentaje tan bajo de indecisión? Dejamos esta decisión a vuestra elección, y para los que aun no se deciden o no saben lo que pasa con su voto, os traemos una breve guía realizada por la plataforma Democracia Real YA! donde explican desde su punto de vista el efecto de los votos nulos, negativos o según el contenido de la papeleta, esperamos que os sirva.